Casar de Caceres

11/12/12

El nombre más hermoso para ti.

Anochece. Un dolor seco y punzante en el abdomen le obliga a abrazarse la tripa, con ambas manos.
 Hace demasiado frío. La joven toma aire profundamente, confiando en que se trate solo de una molestia pasajera. Está embarazada pero, aún, no es tiempo.
 El aire huele a frío, a humedad y a muerte. Se acurruca en su raída manta que apenas le aporta calor y, aterida hasta los huesos, cierra los ojos intentando no pensar ni en el frío ni en el hambre.
 Si estuviera allí su querida abuela, le contaría algún cuento para distraer el apetito, igual que le hacía cuando era niña en su aldea. Intenta recordar una de esas historias y abandonarse al sueño...
 Un nuevo dolor, esta vez más fuerte, le hace emitir un gemido sordo. Nota la tripa endurecerse por unos segundos. Toma aire, de nuevo.
 Comienza a estar asustada, es una mamá primeriza y está sola. Busca con los ojos una mirada amiga, algún gesto cómplice, que no consigue encontrar. La gente duerme; así no notan el hambre. Cuerpo contra cuerpo, buscando un poco de calor.
 Una ráfaga de viento ha movido la manta que la mal cubre y ha convocado a un sinfín de gotas de agua fina que le han empapado la cara.
 Un tercer puyazo de dolor, seguido de algo caliente y gelatinoso deslizándose entre las piernas, le hace gritar.
 Comienza a llover.
 El hombre que duerme a su lado, abrazado a un niño de corta edad, percibe la situación de la joven y se aleja en busca de ayuda para la parturienta. En pocos minutos vuelve con dos mujeres.
 No es el mejor momento ni el mejor lugar para venir al mundo pero ahora, al menos, no está sola…Respira aliviada intentando imaginar que esos rostros femeninos, que le miran con compasión, le son familiares. Nuevas contracciones y una sucesión de gritos desgarrados que congelan, aún más si cabe, el aire. Una de las mujeres intuye que algo no va bien y pregunta a la joven si conocía la proximidad del parto… La joven niega con la cabeza y aprieta con todas sus fuerzas... ¡Empuja!.
 Ha cesado la lluvia y arriba en lo más alto del horizonte, la luna llena ha desterrado a las nubes y ahora ilumina el rostro de la joven parturienta, descubriendo ante todos que no es más que una niña.
¡Empuja!... Un último esfuerzo, casi desfallecida, acaba de traer al mundo a su bebé…
 Es una niña -le dice una de las mujeres, mientras se retira toscamente una lágrima de la cara-. Se la colocan encima del pecho, dentro de la ropa húmeda y la manta... Ambas mujeres toman las manos de la niña-mamá y se las llevan a sus bocas, intentando insuflarles el calor que le falta.
 Este último viaje no lo vas a hacer sola. ¡Ánimo, niña! que ya se distinguen las luces de la costa -parece decir alguien-…
 Ya se ve la costa -comenta el resto del pasaje con gran algarabía-.¡¡Arrecife!!... Lo conseguímos... ¡¡Arrecife!!...
 ...¿Arrecife?... el nombre más hermoso para ti, mi-ni-ña…

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