Casar de Caceres

16/9/11

La iglesia y su rehabilitación

El tercer factor que perfila la aldea de casar de Cáceres en el siglo XVI se concreta en la rehabilitación y construcción de una nueva iglesia. El dato, antes de entrar en consideraciones físicas del nuevo edificio, pone de manifiesto el crecimiento de la población casareña en el siglo XVI, para cuya administración apostólica es imprescindible aumentar las dimensiones del edificio eclesiástico levantado entre los siglos XIII y XIV.
La construcción de una iglesia de mayores proporciones a la existente, comenzó por la reforma del antiguo edificio para dotarlo de capilla mayor y torre. La obra exige que el Obispo de Coria envié un visitador que supervise el derribo y posterior restauración del templo. En el libro de cuentas de la iglesia un manuscrito recoge la fecha de esta reforma al afirmar que siendo mayordomo Alonso Martin Mediavilla se derribo la torre vieja para hacerla nueva y costo dieciséis mil novecientos setenta y siete maravedíes.

Por la misma fuente se sabe que para levantar la nueva iglesia fue contratado Pedro de Ybarra, maestro de obras que también estuvo presente en la edificación de algunos elementos de la catedral de Coria.
La iglesia, edificada con sillares graníticos perfectamente escuadrados y aparejados a soga y tizón, hace innecesaria la unión con argamasa entre las piedra. Sus muros tienen un grosor de un metro y medio sujetos por sólidos contrafuertes la cantería predomina en gran parte de la construcción, si bien puede apreciarse la mampostería en algunos lugares. Las portadas no ofrecen detalles de especial interés: la puerta orientada al Oeste es un ano de medio punto sin decoración; al Sur se abre la más llamativa de todas con un arco apuntado enmarcado por alfil, con jambas, arquivoltas capiteles. En la parte superior aparece un arquitrabe formado por un friso de arquillos y cruces alternantes, así como una cornisa de fuertes vuelos adornada con dentellones; en mitad de cada tramo asoman gárgolas, más conocidas como bocarruos, figuras fantásticas de rostros humanos.
Ofrece el interior del edificio una amplia cabecera con bóveda de crucería formada por una estructura de terceletes y un círculo de nervios combados en torno a la nave central. En el círculo central de la bóveda existen una serie de combados curvos que dibujan una flor de conopios.
Los nervios de esta bóveda se apoyan en vistosas ménsulas, una s en forma de conos invertidos e historiados con profusión de putt y caratulas en informes amalgama. En el transepto de la nave arrancan unos jarjamentos hasta la altura de la separación de los nervios de la bóveda que cubriría el tramo. Se desconoce por qué no se continúo con la realización de la obra y las circunstancias que obligaron a la interrupción de la misma. El resto de la nave se cubrió en los años sesenta, queriendo imitar a las antiguas bóvedas. Con esta nueva construcción se derribo la antigua cubierta de madera.
A ambos lados del transepto se abren dos nuevas capillas que forman los brazos del crucero; una de ellas con planta cuadrada y de poca altura, se cubre con bóveda de terceletes y sus claves se adornan con estrellas de seis puntas; los nervios son gruesos y de sección cilíndrica.
La otra capilla, llamada del Santo Cristo, tiene planta cuadrada y a ella se accede por un arco de medio punto en cuyo interior se puede apreciar su cúpula semiesférica sobre pechinas. Consta por documentos de principios de siglo que su cúpula estuvo pintada y que fue después repintada. Más tarde, por problemas de filtraciones de agua, las pinturas fueron deteriorándose hasta su completa desaparición. En esta capilla, según consta en el libro de Gregorio Sánchez de Dios, Descripción y noticias de Casar de Cáceres, podemos ver una imagen de Cristo muy apreciada por los casareños. Imagen muy devota y milagrosa, con el título del Santo Cristo de la Peña, de cuya cofradía son cofrades todos los vecinos del pueblo, y se encuentran asentados en ella muchos nobles de estos contornos y los señores marqueses de la villa de Monroy.
Existen otras dos capillas en el tercer tramo de la epístola de reducidas dimensiones. En una se encuentra la pila bautismal del s. XVI; la otra capilla donde se encuentra la imagen de Jesús de Nazareno tiene un arco escarzano y sostenida por una avanzada galería sobre grandes modillones decorados en su frente.
El suelo de la nave central de la iglesia era en su mayor parte de canterías y contaba con escudos en las lapidas, de los que solo se conservan tres, que son conocidos a través de las descripciones de Gregorio Sánchez de Dios.
A finales del s. XVI el retablo de la iglesia se encontraba bastante deteriorado, por lo que tuvo que ser restaurado. No obstante, y a pesar de la restauración, el visitador apostólico que inspecciona la iglesia en 1597 ve la necesidad de hacer un retablo, porque el que esta ahora es muy chico y muy antigua su madera.
La recomendación del visitador debió ejercer sus frutos ya que a principios del s. XVII comienzan los trámites para la construcción del nuevo retablo de acuerdo con las características de la iglesia. En marzo de 1604 el obispo de Coria da licencia para hacer de talla y pintura un retablo para el altar mayor de dicha iglesia para que den a hacer y pintar y tallar el dicho retablo a Pedro de Córdoba pintor vecino de la ciudad de Plasencia.
En el contrato hecho aparece el entallador Francisco Ruiz Velasco. El 21 de septiembre de 1604 se redacta otro documento entre la iglesia de Casar de Cáceres, representada por su párroco Juan Sánchez, y los mencionados artistas. Por estas fechas el obispo de Coria manda una carta diciendo que el valor del retablo no debía de exceder de 4000 ducados. Se especifica que el único gasto  que correspondería a la iglesia se4ria el hierro, y que la madera debía ser comprada por la iglesia y se descontaría de los 4000 ducados en que estaba presupuestado. Como dato interesante, se menciona la posibilidad de que segundas personas participen en la decisión sobre los temas representar.
El día 26 de enero de 1605 volvería a redactarse un nuevo contrato, con las mismas condiciones que el anterior, pero se contrata a otro artista  de Ciudad Rodrigo: el escultor Tomas de la Huerta y balos ensambladores Martin Sánchez y Juan Sánchez. Es ahora cuando se define la realización de unos añadidos cuyo valor será de 300 ducados quedando definitivamente configurado el retablo por “cuatro doctores, doce repisas de los apóstoles, tres frisos de talla de una parte a la otra del retablo, dos virtudes arribas de un dios padre en el ultimo frontispicio del retablo, dos guarda polvos a los lados del retablo, unas repisas en el corqué del retablo a los lados del altar”.
Durante los siguientes años debió trabajarse en el retablo como lo demuestran los diferentes pagos realizados a los maestros, que finalmente resultarían los ensambladores Juan Hernández Mostazo y Juan Sánchez, en lugar de Tomas de la Huerta como se dice en el contrato. Durante el periodo que va desde 1607 a 1613 se finalizaría la construcción del retablo; una vez ensamblado y situado en su lugar se procederá a la colocación de las pinturas realizadas por Francisco Polo y doradas por Juan Carrasco.  



11/9/11

LA PRESA RENACENTISTA DEL CASAR DE CÁCERES (EL MURO DE LA CHARCA)

Los diversos libros y artículos actuales que han abordado las presas extremeñas entre el XVI y el XVIII pasan por alto la presa objeto de estudio. Sin embargo, Tomás López, indica que se hizo el año 1507, apareciendo también una fecha similar en el diccionario de Pascual Madoz. Por tanto, estamos ante una obra hidráulica no catalogada por los estudios de los últimos años, pero sí por anteriores geógrafos.
 Las modificaciones que ha padecido la presa pueden haber llevado a esta situación, pero pensamos que los restos originales son lo suficientemente significativos como para haber hecho alguna mención a esta presa. En origen, la presa constaba de dos tramos diferenciados que denominaremos A y B. El tramo A, de 110 m de longitud y algo más de 5 m de altura, tenía un molino adosado al paramento. Aquí se situaba el aliviadero original, y pre­sentaba mayor altura de salto de agua. El tramo B, de 172 m de longitud y unos 5 m de altura, es el que se conserva en la actualidad. Tenía un segundo aliviadero de fondo con un canal de derivación que guiaba el agua hacia una zona de huertas.
En los años setenta, con la construcción de una serie de edificios en la vaguada del arroyo, se desvió el lecho del cauce principal. Este arroyo discurría por lo que, elocuentemente, se llama «Ronda de Pescadores», que entonces delimitaba el tejido urbano del pueblo.
 El molino fue desmantelado, la vaguada se rellenó, y con ella también el tramo A de la presa. Actualmente, no queda rastro de este tramo, si bien se intuye su disposición debido a que se ha construido un paseo fluvial siguiendo la traza del tramo A. Este tramo, con seguridad, se en­cuentra bajo el paseo, sirviendo a éste de cimentación. En cuanto al tramo B, se llevaron a cabo varias actuaciones para adaptarlo a su nueva función como cuerpo único de la presa:
 ––El trasdós se rellenó con materiales para permitir el paso de vehículos sobre el mismo. En este relleno se trazó una conducción de saneamiento, con sus correspondientes pozos de control. ––El paramento en contacto con el agua se protegió con hormigón proyectado para evitar infiltraciones al trasdós rellenado, y así eliminar posibles asen­tamientos.
 –El aliviadero del fondo fue ampliado, y se le añadió una toma moderna de hormigón armado a modo de decantador y una rejilla para permitir depurar de grandes sólidos el agua vertida. Este aliviadero se adaptó para que coinci­diese en el trasdós donde surgía el antiguo. Así, el punto de irrupción de las aguas coincide con el de una antigua instalación de la que nos ocuparemos posteriormente. Basándonos en el tramo B, y también en fuentes orales, podemos deducir cómo era el tramo A. Ambos debían ser similares, tanto en forma constructiva como en los materiales empleados.
Una primera observación muestra que la presa consta de un paramento coronado por sillares graníticos de aproximadamente 30 × 30 × 90 cm, que conforman un pretil similar al de otras presas extremeñas de la época. El sellado al que hacíamos referencia antes impide observar el paramento, pero podemos asegurar que los sillares se extienden hasta la cimentación dispuestos a soga. El cuerpo de la presa, por su parte, es de mampostería gra­nítica sellada con algún tipo de mortero arcilloso o con cal para garantizar su impermeabilidad. La contención, igualmente, aparece oculta por el relleno del camino tras la presa, sin solución de continuidad. Sin embargo, las fuentes orales afirman que debajo hay una serie de contrafuertes. Esta suposición, además, viene confirmada por dos datos: ––El 77% de las presas extremeñas documentadas de la época son de contra­fuertes.
–La existencia del aliviadero en la parte inferior de la charca sólo aparece en presas de contrafuertes. Cabe destacar que esta presa, en relación a las data­das por los estudios ya referidos, es la segunda, históricamente, en emplear contrafuertes, después de la de Guadalupe. En planta, la construcción es recta con una ligera desviación. También las fotografías aéreas de la laguna muestran que el tramo A debió ser similar, lo que demuestra la pericia del constructor, así como algún tipo de experiencia previa en otros lugares. Otras presas similares tienen quiebros, se van adaptando al terreno, incluso en curva o rectas mal trazadas. Aquí no. Los dos tramos son de una moderna perfección geométrica. Si contemplamos las fotografías vemos cómo muestran el acabado de la coronación que se percibe pese al relleno, e incluso pueden adivinarse los arranques de algunos contrafuertes. En cuanto a los aliviaderos, se limitan al de fondo del tramo B, junto con el aliviadero ya mencionado en el tramo A. La superficie del vaso de la Laguna del Casar tiene 9,48 ha. La longitud de la presa, en el tramo B, es de 172 m y 5 m de altura. Estas medidas entran dentro de los parámetros del resto de presas del entorno, que se mueven entre los 4 y 10 m de altura en la mayoría de los casos, y entre los 80 y los 200 m de longitud. La capacidad de la Albuhera del Casar está aproximadamente en torno a los 0,5 hm3, que también es un parámetro normal en las presas extremeñas anteriores a 1800.
 Las obras hidráulicas en el siglo XVI se financiaron de forma muy diversa, aun-que generalmente las abordaban los Concejos, que recurrían en los casos difíciles a reputados técnicos de la Corona, como Juanelo Turriano o Juan de Herrera. Los ediles recurrían a bienes propios, préstamos o censos al recababan impuestos espe­cíficos, como los sisas, sobre algunos productos de consumo generalizado, pero que generalmente no podrían considerarse de primera necesidad. La escasez estacional de agua y la distribución irregular de sus puntos de apro­visionamiento (fuentes, manantiales, corrientes fluviales), en un lugar como el Casar de Cáceres, llevó aparejada una necesaria política de recursos hídricos, orientada a propiciar el acceso cotidiano a ella por parte de los consumidores, fueran hombres o animales, en las mejores condiciones posibles.
 Las fuentes de agua existentes en el entorno municipal debían ser capaces de resolver el consumo humano22. Por tanto, existen 4 usos principales: el ganadero, el de reserva de peces, el agrícola y el industrial. La producción ganadera, tanto de ovino como de vacuno, tiene una arraigada tradición en la zona, y la construcción de la presa ayudaría al manteni­miento de más cabezas de ganado. Además, la proliferación de tenerías en el pueblo generaría una mayor demanda de animales. El uso como estanque para peces no es desdeñable. Hay que pensar que en las épocas de mayor fervor religioso, y desde luego la España del Renacimiento lo era, las prescripciones religiosas imponían un total de 166 días de vigilia a lo largo del año, y la Laguna resolvía el suministro de pescado en buenas condiciones sanitarias al pueblo.
 En cuanto a la producción agrícola de la zona, se diferenciaban dos usos: extensivo e intensivo. El primero de ellos era dominado por las explotaciones de cereales, típicamente de secano, para consumo humano y animal, además de la producción de forrajes primaverales para alimentación animal. La agricultura intensiva era dominada por huertas y regadíos de pequeñas dimensiones que se disponían a lo largo del cauce del arroyo. La seguridad de un caudal continuo, incluso en verano, podía mantener un mayor número de especies vegetales y de cosechas en estas huertas. El uso industrial fue el principal causante de la exigencia de la presa.
Los molinos de rodezno, como es el caso del que existió en el pie de la presa, requerían obras hidráulicas de cierta envergadura, como son la construcción de una presa que acumulase y diese cota al agua del arroyo, y la desviación de un caz hacia el propio molino. Esto, en el siglo XVI, sólo podía ser afrontado por grupos de campesinos, que eran a su vez los propietarios del molino en partes, en días o en veces de uso.
 El molinero no era más que un asalariado de este grupo de campesinos, propietarios de las tierras que producían el cereal. En el período considerado, la dieta alimenticia, que en la Edad Media tenía un importante componente cárnico, fue reduciendo éste a favor de los cereales. Se considera además que este cambio de hábito alimenticio generó el avance demográfico que acompañó a España a lo largo del siglo XVI. Si había falta de agua había falta de pan en los molinos. Coincide además, la fecha de construcción de la presa con la franquicia de los habitantes del Casar, a principios del siglo XVI. Es decir, los habitantes del recién creado término municipal, campesinos libres, se organizaron para sufragar la construcción de la presa y del molino, dando a su vez pie a la estructuración, no sólo del tejido urbano del pueblo, sino también a su desarrollo agrícola, ganadero e industrial. Cabe pensar qué hubiera sido del Casar si en ese momento no se hubiese decidido emprender tal obra.