Casar de Caceres

25/2/13

Mi mascota es una mosca o cómo evitar al fisco

Yo, que tengo un precioso dalmata como parte de mi familia, y digo bien, familia, sé cuánto se les llega a querer a las mascotas y lo que significa un animal en la vida de una persona. Pero aún así, créanme que no acabo de comprender bien lo que hizo Publio Virgilio Marón, el poeta que en el siglo I a.C. escribió La Eneida. Bueno, en realidad si lo entiendo, y espero que ustedes también lo entiendan después de leer toda la historia

 Tenía este hombre como mascota a una mosca y cuando esta falleció organizó unos fastuosos funerales en su honor. Contrató a una orquesta que tocara y a un grupo de plañideras que lloraran con desconsuelo simulado la muerte del insecto. Compuso algún poema para la ocasión y la mosca fue sepultada en un enorme sepulcro que costó tres cuartos de millón de sestercios. ¿Incomprensible?

 Pues sí y no. Si nos quedamos en los hechos simples parece una excentricidad, pero las razones ocultas arrojan claridad al asunto. Según parece el objetivo de Virgilio con todo aquello estaba más en el dinero que en rendir honores a su mascota alada. Poco después del sepelio de la mosca, un nuevo decreto iba a ser promulgado por el que grandes extensiones de tierra serían expropiadas a terratenientes para entregárselas a soldados licenciados. Los terrenos que albergaran tumbas o enterramientos, fueran estos de la naturaleza que fueran, estarían libres de ser confiscados.

 Por supuesto, cuando el decreto vio la luz, Virgilio esgrimió la tumba de su mosca como motivo para mantener sus terrenos bajo su propiedad y sorprendentemente la petición le fue concedida.

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