Hoy mis pensamientos van dirigidos a los diversos temas relacionados con la educación.
No me centraré en la educación en casa, porque se trataría de un tema que daría mucho para hablar, pero sí hacer una mención a algunas coletillas.
Todos sabemos que la educación empieza en casa, son tus padres los depositarios de unos conocimientos, a nivel moral y ético, los que empiezan la labor, algo difícil, puesto que ellos han sido antes los que han recibido el testigo de sus padres, y debido a la diferencia de edad, habrá cosas que hayan quedado obsoletas, pero nunca los valores esenciales de una persona, es decir, en el momento que nacemos, somos seres racionales, pero somos como una página en blanco, que hay que ir cubriendo con el menor número de borrones. El esquema primero es el más importante, pues va a ser el directivo de muchas de nuestras acciones hasta el final de nuestros días. Nunca unos padres podrán ser buenos en educarnos si nos imponen algo "porque sí", sin ni siquiera pararse a pensar en cosas, como el darles el mayor cariño para que se sientan arropados, cuando su entendimiento se va desarrollando, o por lo menos, cuando empiezan a interactuar; reprenderlos cuando hacen algo que en nuestra opinión no está bien, no reírles las gracias porque son pequeños, y así sucesivamente según el carácter y la edad del niño, luego del adolescente, más difícil, y del joven, también complicadillo.
Bueno, esta es la introducción en la que los padres actúan más activamente, sobre todo en la niñez y la adolescencia; pero ya a partir de los tres años los niños empiezan a depender de otras manos, que no son otras que la de los profesores, o maestros como se decía en mis tiempos (antes pueden haber ido a la guardería, por eso de que se relacionen con otros niños, para mí una solemne tontería), esos maestros, como su nombre indica, deben enseñarles y completar ese aprendizaje no solo a nivel cultural, sino a nivel moral, es decir, de valores, claro está, según la edad. Me atrevería a pedir a las personas responsables de programar esta enseñanza, que se enseñara en esas edades las estructuras necesarias de pensar, y de aprendizaje del estudio, algo de mucha utilidad, no sólo en ese presente, sino para su futuro; podríamos compararlo con la construcción de un edificio: primero hay que saber cómo hacer unos buenos cimientos, para que el edificio se erija y no se caiga, y luego hay que saber poner los ladrillos, ya que no se pueden poner de cualquier manera, pues, en lugar de un edificio, podría convertirse en algo amorfo, o incluso caerse, y tenerlo que volver a levantar. Creo que con este ejemplo, queda claro, aunque de una manera burda, cómo debemos educar en esencia al niño desde sus cimientos hasta su crecimiento.
Está claro, que habrá obstáculos, pero es algo natural, que debemos saber solventar los padres desde su papel y los profesores desde el suyo, nunca tratemos que el papel de un padre lo asuma un profesor o viceversa.
Cuando un profesor termina su carrera se siente orgulloso de ello, pero lo realmente importante es que sepa ser profesor (maestro), de aquellas personas que se sienten ávidas de aprender, que empiezan en determinadas etapas a tener sentido crítico, y si sus ganas no son suficientes, intentar fomentarlas para que no tiren la toalla, y den un sentido a su vida. Con esto no quiero decir, que sean universitarios, sino que lo que hagan, lo hagan con conocimiento y disfrutando de ello.
Quizás parezca una utopía, pero no lo sería si todos pusiéramos el esfuerzo necesario en cumplir con nuestros papeles en la vida, en este caso, en la educación de nuestros hijo, futuros padres mañana, futuros gobernantes, maestros, mecánicos, etc.
Somos los escultores de una nueva generación y queremos que nos quede lo más perfecta posible, utilizaremos el cincel, la lima, el martillo, el barniz... todo aquello necesario para nuestra obra.
Esto es un poco liviano para todo el entramado que supone la educación, pero opinando humildemente, creo que muchos de los problemas que vivimos hoy en día, son debidos a la falta de esos primeros cimientos sin fortaleza.
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