Casar de Caceres

13/8/11

ENTRE PASTIZALES Y RIBEROS

Saliendo del Casar por el Ejido de Abajo, caminando hacia el Este por cualquiera de los caminos, ya sea Sancho Gil, o los de los Santos --- San Caín o San Benito---, se atisban hondos los riberos del Almonte y del Guadiloba, un paisaje agreste que contrasta con la tierra llana, ligeramente alomada en que se encuentra enclavada la población de Casar de Cáceres. Los riberos, como así los conocemos, y el llano, destinado a pastos, dan forma al paisaje casareño. Además la pequeña extensión de dehesa boyal y los encinares de la Jara, asociados a una vegetación típicamente mediterránea, completan nuestro entorno natural. Lugares como Bando o Sancho Gil se resistieron al hombre, quien decidió centrar su esfuerzo en cultivar las tierras más fértiles de las Aceras, la Dehesilla o la Zafrilla, o bien pastorear sus ganados por los Descuajados y Arenal de Valdespino. Los riberos reflejan un medio deshumanizado, con bosque de encinas carrascas, acebuches y enormes cantiles de pizarra que se inclinan agudamente sobre el lecho del rio. El llano es la ausencia de vegetación, la presencia de las peñas y los nutricios pastos que alimentan a una numerosa cabaña ganadera.
Geográficamente, no así administrativamente, el termino está delimitado por los riberos del Almonte y su afluente, el Guadiloba, al Este, donde se encuentran los lugares de la Higuera, Bando y Sancho Gil; por tierras berroqueñas de Garrovillas al Norte, con los sitios Peñas de la Atalaya, la Perala y los Baldíos de Garrovillas; por la sierra de Santo Domingo al Oeste, y por las tierras llanas de Cáceres al Sur. Dentro del término no hay elevaciones del suelo destacables, si acaso el Pico del Águila, con unos 510 m. sobre el nivel del mar, el punto más alto del pueblo. La torre de la iglesia está a 369 m., por lo que la diferencia de altitud no es muy acusada.
Se suele llamar –según ciertos estudiosos – al suelo que pisamos la Penillanura Trujillano-Cacereña, o asimismo Tierra de Cáceres o Llanos de Cáceres. Los campos cacereños son en casi su totalidad llanos, con horizontes muy lejanos, ofreciendo un paisaje suave y con pequeños cerros, con zonas de dehesa de encina y alcornoque, zonas dedicadas a pastos y baldíos, y otras que se plantan de avena, centeno, cebada y trigo. Solamente pequeñas sierras y los ríos, encajonados en la llanura, varían la monotonía del paisaje. Así es para nosotros el Casar, llano, con cerros, al pie de solitarios riberos, hace siglos descuajados de vegetación para proporcionar terrazgo a sus labradores y pastizales a sus rebaños de ganado.

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