
Según se cuenta, en una ocasión estaba San Alberto el Grande, obispo de Ratisbona, ante el papa Urbano IV, cuando el pontífice le dijo repetidamente: “Levantaos”. Para darse cuenta, poco después, que el mote de “el Grande” tenía tan mala baba que el hombre que estaba ante él no se encontraba de rodillas, como el Papa creía, sino que era un hombre bajito. Estaba de pie, a pesar de todo: de la sensación de Urbano IV, de la poca distancia entre el suelo y la cabeza del obispo de Ratisbona y a pesar, también, de la insistencia del Pontífice por hacerle levantar de su postura, que no era tal.
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